domingo, 24 de julio de 2011

La diversión

Enseñar a divertirse es un reto de las familias generosas y valientes, que no se conforman con "entretener" y quieren enseñar a usar el tiempo libre.

http://www.youtube.com/watch?v=zDwvXAaCug0

viernes, 15 de julio de 2011

Muchachos del siglo XXI

Muchachos del siglo XXI
Si usted fuera un muchacho de nueve años que le encanta el colegio, además se esfuerza al máximo y también le gusta la intensidad, trata de ganar siempre a sus amigos en todos los juegos. Ahora, trate de imaginar el infierno que es el actual sistema escolar donde se prohíben los juegos de pelota en caso alguien resulte lastimado, no es posible jugar afuera cuando hay mal clima y constantemente se mete en problemas por ser muy competitivo porque ganar no lo es todo. Peor aún, los smoothies de frutas de Jamie Oliver han sustituido los pudines esponjosos del menú escolar, por lo que a las 2 de la tarde ya está muerto de hambre.
Sue Palmer es una ex-profesora titular, asesora de lectura y autora de Muchachos del silgo XXI. Señala que los muchachos tienen una necesidad biológica de correr, arriesgarse, blandir cosas y competir entre ellos para poder desarrollarse apropiadamente. “Si no lo pueden hacer, muchos de ellos les es imposible sentarse quietos, concentrarse en un libro o empuñar un lápiz,” sostiene, “por lo que su comportamiento se considera ‘difícil', se meten en problemas y caen en un ciclo de fracasos escolares.”
Los muchachos tienen tres veces más probabilidad que las muchachas de necesitar ayuda adicional en lectura durante la educación primaria, y 75 porciento de los muchachos con diagnostico de trastorno de deficiencia de atención e hiperactividad son hombres. “Estamos perdiendo a los muchachos rápidamente, particularmente en lectura,” dice Palmer, “porque en algún momento durante los últimos 30 años la masculinidad se convirtió en algo vergonzoso”.
Investigaciones realizadas por Simon Baron-Cohen, un prestigioso catedrático de Cambridge, que inició con una investigación sobre autismo, presenta sólidos argumentos en relación con diferencias bilógicas en los cerebros de niños y niñas, donde los muchachos tienden a ser “sistematizadores” y las muchachas “enfatizadoras”. Esto explica porque por lo general los muchachos muestran menos interés en la lectura y su comprensión, y tienen un menor desempeño en lectura en comparación con las muchachas. A muchos muchachos les resulta más fácil explicar el funcionamiento de un reloj que discutir los sentimientos de un personaje en una historia. “Pero ahora,” dice Palmer, “excluyendo a los más brillantes, los muchachos tampoco obtienen buenos resultados en matemáticas y en ciencias.”
Algunas personas culpan este descenso, que se notó por primera vez a mediados de la década de 1990, a la “feminización” de la educación. Demasiadas profesoras, ambientes escolares más propicios par alas habilidades de estudio, ambientes académicos amigables para las muchachas y sistemas evaluativos modulares que favorecen las habilidades de estudio de las niñas pero que penaliza a los que toman riesgos. “Es más probable que los genios sean hombres,” dice Palmer, “pero si no oprime los botones adecuados fracasan.”
En el nivel primario hay siete veces más profesoras mujeres que hombres, pero Christine Skelton, profesora de igualdad de género en la Universidad de Birmingham, argumenta que siempre ha habido más profesores mujeres que hombres. “Obviamente hay algunas mujeres que comprenden a los muchachos activos, y algunos hombres que no, así como hay muchachas energéticas y muchachos inactivos,”dijo.
Aunque la generación actual de profesores nació y creció en una atmósfera dominada por la liberación femenina y la educación de “género neutro” que inició en la década de 1970. Se prohibieron las barbies, la mayor parte de los protagonistas de los libros eran mujeres y no se toleraba la guerra o el jugar a superhéroes. Como profesora encargada, Palmer recuerda haberle pedido a su profesora auxiliar que retirara todos los percheros que tuvieran figures de tractores para los niños y conejitos par alas niñas.
“La creencia era que uno era formado por su propio ambiente, y era responsabilidad del profesor que los muchachos fueran ‘más sociables' alejándolos de sus inclinaciones naturales y estimular a las muchachas a que estudiaran materias tradicionalmente masculinas como física y tecnología,” dice.
Palmer nunca negaría que algunas de estas acciones eran absolutamente necesarias, con los movimientos feministas y en pro de los derechos de los homosexuales, grupos que llevaron a primer plano otra perspectiva a la visión predominantemente masculina, la masculinidad se convirtió en sospechosa. “Verdaderamente creo,” dice, “que la gran confusión de la hermandad de la década de 1970 se creía que era posible convertir la los niños en niñas.”
Palmer dice que la mayor parte de las mujeres no toman riesgos por naturaleza, por lo que las profesoras que no ayudaron a educar a sus hermanos o que no tuvieron hijos, el comportamiento de los niños puede ser atemorizante. “Los juegos de peleas, por ejemplo, alcanzan su máximo entre los 7 y los 8 años de edad pero de hecho no es agresión,” dice. “Es social, es la manera en que los muchachos se conocen y cómo reaccionan. Muchas profesoras que horrorizan cuando sugiero que se debería permitir que los muchachos peleen y se griten porque eventualmente empezarán a negociar.”
Otro problema para los muchachos que buscan aventuras es que, debido a que vivimos en una sociedad que cada vez más está en contra de los riesgos, raramente se deja que los niños jueguen sin supervisión. ¿Cuándo fue la última vez que vio a grupo de niños subirse a un árbol?
“Existe un temor racional por el aumento del tránsito pero también un temor irracional de un peligro extraño, alimentado por los reportes de prensa de rapto de niños,” dice Palmer. “Los padres se preocupan de que se les considere irresponsables, por lo que nunca permiten que sus hijos se aparten de su vista.” Y debido a que no están acostumbrados a ver a los niños jugar afuera, cuando los ven lo consideran hostil, aunque no los sea.
Dan Travis, un entrenador deportivo, argumenta que es muy importante que los muchachos vagabundeen por su cuenta. “El entrenamiento es formal y necesario pero solo debe abarcar 20 porciento del tiempo de juego,” dice. “El 80 porciento informal es donde ocurre la mayor parte de aprendizaje y práctica, lejos de la supervisión de los adultos.”
Travis está realizando una campaña para regresar la competencia de los deportes escolares. “El ethos del Deporte para Todos inició en la década de 1970 y nunca desapareció,” dice. “Los juegos son solo sobre inclusión, donde no se permiten ganadores.” Esto es desastroso para los muchachos, que necesitan competir para ocupar su lugar en la jerarquía, que es la forma en que organizan sus amistades y algo que comprenden desde el pre-escolar. También es malo para los deportes. Palmer agrega que la “autoestima” vino de América y ahora no se permite que ningún niño la “pierda” por nada.
Palmer no sugiere que los muchachos se comporten como quieran. Lo que necesitan, dice, es celebrar lo que los hace muchachos y ayudarles a comprender lo que no ocurre naturalmente en ellos. Eso significa permitirles que pasen más tiempo afuera, particularmente cuando el espacio se achica en los colegios urbanos. “No permitir que los muchachos sean muchachos no solo es dañino para ellos sino que también para las muchachas, muchas de las cuales cumplen a cabalidad con lo que se considera un ‘buen' comportamiento y no pueden salir para enfrentar más riesgos,” dice. “Hubiese querido que eso me hubiera ocurrido a mi.”
Palmer es particularmente entusiasta acerca de unos pocos “pre-escolares externos” que tenemos en este país, y acerca de sistema escandinavo que pospone la educación formal hasta los 7 u 8 años de edad, concentrándose en su lugar en juegos en el exterior y el desarrollo de sus habilidades sociales.
En el mundo ideal de Palmer, todos asistirían a una escuela del sistema escandinavo. En su lugar lo que estamos haciendo es traer la Etapa de Fundación de los Primeros Años, una nueva estructura gubernamental que entrará en vigencia en septiembre. Indica que para los 5 años de edad los niños deberían poder escribir oraciones, algunas de las cuales con puntuación. “Eso sería impresionante para alguien de 7 años,” dice Palmer. “Por lo que en logar de enfrentar el desequilibrio en la manera que hemos tratado a los muchachos durante mucho tiempo, los haremos que se sienten quietos y que empiecen a aprender más jóvenes. Yo llamaría eso casi un sistema de a buso infantil patrocinado por el estado.”

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