sábado, 23 de junio de 2007

Configuración ética de la Educación

Buenos días señoras y señores pedagogos. Es para mi un gusto el que se me haya dado la oportunidad de dirigirme a ustedes con el objeto de disertar un poco sobre el papel del director en la construcción de la comunidad educativa y el proyecto escolar. Permítanme felicitarles por ser personas involucradas y comprometidas en la búsqueda de una mejor educación para el desarrollo de nuestro querido país. También he de felicitarlos porque tienen la paciencia de escucharme a pesar de estar casi al final de este congreso y es lógico el cansancio.

Mi presentación está dividida en dos partes: Una primera donde desarrollo el planteamiento de mi ponencia en relación con el panorama social actual del punto en cuestión, y en una segunda parte, describiré algunas ideas sobre el papel del director que se comprenderán desde la óptica de la primera parte.

Planteamiento de mi ponencia.

Percibimos claramente que en nuestro tiempo, ética y técnica son dos mundos disociados; sus respectivas teleologías parecen repelerse mutuamente en cuanto que sus fines resultan divergentes respecto del progreso humano. Esta disociación no es más que una dimensión de la ruptura entre teoría y praxis.

En el orden ético y antropológico, dicha ruptura emerge como desintegración existencial. La vocación de humanidad –llega a ser el que eres- reclama una unidad de vida entre saber, querer y hacer, uno de los modos de desviarse de dicha unidad es el intento de reducirla a una de sus dimensiones, fundando además en ella el sentido de la existencia humana. En nuestro días, el hacer se ha hipertrofiado en desmedro del querer: la eficacia productiva pretende ser la finalidad definitiva, el fin supremo del hacer humano...”mejor es un trabajo cuanto más y mejor produce”...pero la prosecución de lo mejor debe entrañar también un sentido perfectivo para el agente que produce, por lo tanto un trabajo no puede fundarse sólo, ni principalmente, en un saber técnico que conforme al profesional eficiente. Se requiere un saber ético que haga bueno al que trabaja, y en la educación es aún más importante el conocimiento del ethos profesional, sin embargo tan evidente y clara es la necesidad de un saber ético en educación, como lo es su olvido o postergación en la teoría y praxis pedagógica.

En las últimas décadas, el predominio del hacer sobre el querer y el saber, se ha dado tanto en la pedagogía como en la cultura que la envolvía, por lo que los estudios e investigaciones pedagógicas se han orientado en su gran mayoría a la mejora de la eficacia técnica en la enseñanza, en tratar de encontrar los mejores métodos docentes; mejores, por supuesto, para el beneficio de los alumnos, no obstante, tan encomiable intención estaba lastrada por el supuesto implícito del objetivismo metodológico, tan querido en la modernidad, por el cual se pretende que la aplicación del método sea indiferente para cualquier sujeto; que no sea dirimente o perjudicial la subjetividad del ejecutor; sino la objetividad del protocolo metódico.

Se ha olvidado que la educación es la concurrencia de dos libertades personales que convierten a la acción educativa en radicalmente imprevisible en sus detalles y desenlace. Los métodos objetivos de enseñanza y aprendizaje, en su pretensión de curarse de todo subjetivismo, suscitan otros problemas distintos de los que prometen solucionar, y éstos, además, los resuelven mal.

Tal es la situación actual (y atención porque se cumple en su mayoría) aparece, desde un estudio más o menos científico-estadístico, un conjunto de problemas educativos a resolver; se aplica un método “objetivo”; surge la emergencia de nuevos problemas por efecto del método aplicado; entonces búsqueda y aplicación de nuevos métodos; promoción de nuevos problemas... Y así sucesivamente hasta quedar obturados, bloqueados, por la complejidad de la situación. La misma complejidad de los sistemas se instituye como el magno problema sobre el que confluyen otra vez nuevas teorías...Es un proceso abierto al infinito.

El camino que rompa de tajo con este proceso es la configuración ética de todo el proceso educativo, desde los docentes hasta el discente; es preciso subordinar la técnica a la ética… ¿Debe por ello rechazarse la técnica, y el papel que juega en la educación? Desde luego que no. Al contrario, es preciso ocuparse solícitamente de la investigación técnico pedagógica; pero sin descuidar y desdeñar el saber ético que le da sentido. Más que preocuparse por la “calidad de la educación”, deberíamos ocuparnos en una “educación de calidad”.

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Estamos en una sociedad sumamente compleja. Una sociedad donde la información corre a grandes velocidades de un extremo a otro del planeta; hemos llegado a un momento histórico en el que cualquiera, casi desde cualquier sitio, puede acceder a más información que ningún ser humano –ni conjunto de seres humanos- sería capaz de captar; donde el saber tiende a confundirse fácilmente con el acceso a “información”; una sociedad que ha superado el racionalismo arrogante, propio de las ideologías del siglo XIX, que pensaban haber encontrado –de una vez para siempre- la fórmula definitiva, el sistema, de la eficacia y el bienestar; un mundo cambiante continuamente, donde los conocimientos se enriquecen sin parar.

Nos encontramos en el umbral de un cambio, en donde cada uno de nosotros podemos ser “catalizadores”, este cambio está decantando en lo que algunos autores llaman, “sociedad del conocimiento”, es decir, una sociedad que requiere que la inteligencia prime sobre la información, donde el “ser” prime sobre el “tener”, donde resulta necesario que la técnica se subordine a la ética. Hemos confiado demasiado en los sistemas y métodos “omni-abarcantes”, hemos pretendido reducir la realidad a unos cuantos trazos “geniales”, limitando a las personas a ser simples ejecutores de procesos, convirtiendo las organizaciones –incluyendo las educativas- en agentes burocráticos de procesos “perfectos”. La realidad está dotada de una gran riqueza y la realidad humana es inagotable, razón por la cuál las organizaciones educativas son organizaciones complejas, lugares donde el factor humano no puede ser despreciable, ya que éste constituye, prácticamente, a toda la organización escolar. Hemos de volver a las “personas”, a nivel de organizaciones educativas… dar una vuelta a la “persona”, y centrar el máximo de los esfuerzos en la “persona”, sin despreciar los métodos y sistemas: la técnica….: y dar el valor debido –muy por encima de lo técnico- a la ética, a la libre afirmación del propio ser, a que todos y cada uno de los elementos de la comunidad educativa y de la organización escolar respondan a la realidad de la propia naturaleza de la persona. El paso hacia la sociedad del conocimiento consiste, sobre todo, en darnos cuenta de que la energía de los talentos humanos es incomparablemente superior a la fuerza de la materia y de todas sus posibles transformaciones. En nuestras comunidades educativas tenemos un caudal impresionante de potencialidades por estrenar, que no son otras que las respectivas inteligencias y libertades de las mujeres y de los hombres que integran dichas comunidades.

Configuración ética de la educación. En esto consiste mi planteamiento: En que el conjunto educativo responda a la realidad de su propio ser; que “el docente” y la “estructura de relación” estén configurados de acuerdo a su ser, para configurar, en su actuar y existir, al discente o alumno de acuerdo a lo que es, es decir, conducirlo y promocionarlo hacia la adquisición de las cualidades operativas necesarias para que esté en disposición de alcanzar su propia perfección.

No se pretende con el objetivo de este planteamiento generar una técnica o un sistema cerrado, se precisa la reflexión profunda de cada una de sus partes:

Desde el docente o educador, en el que obviamente están incluidos los padres en primer lugar;

Pasando por la estructura de relación, -un modo de llamar a la manera, medios, y sistema, a través del cual el educador establece una relación con el educando-.

y con el objetivo claro de hacer “ético” al alumno o hijo, es decir dotarlo de las capacidades operativas necesarias para que alcance su perfección en cuanto persona.

Como puede observarse: cada uno de estos aspectos están dotados de una riqueza inabarcable, por lo que la actitud continua de los educadores y de las personas involucradas en el ámbito educativo: es la de ir profundizando sobre todo en la realidad de la persona en cuanto persona, su esencia última, su proceso evolutivo, sus capacidades y potencias, sus inclinaciones, su ser, su ethos o modo de ser; razón por la que dicha estructura de relación, de la que hemos hablado, nunca podrá terminar siendo un sistema cerrado sobre el que se pretenda obtener unos resultados concretos; en la educación interviene tanto la libertad del educador como la libertad del alumno, es una concurrencia de dos libertades cuya realidad y diversidad es imprevisible. Ni tampoco dicha estructura podrá convertirse nunca, en el centro y esencia de la educación.

Es necesario por tanto mantenerse a cierta distancia, es decir, profundizar, generar ideas, readaptar, sin pretender nunca que esto sea lo definitivo, Esta es la razón por la cual el siguiente punto de mi exposición intenta realizar un acercamiento a cada uno de los componentes de la llamada “comunidad educativa” con la idea de plasmar algunas ideas que permitan iniciar un cambio hacia la configuración ética de la educación.

Papel del director

El director juega aquí un papel capital ya que se encuentra en sus manos la posibilidad de dirigir todas sus acciones hacia la configuración ética del acto educativo, que deberá ser la configuración ética de cada uno de sus elementos; que ya hemos visto de alguna manera, a saber:

1. La configuración ética del alumno, como fin de la educación.

2. La configuración ética del proceso educativo.

3. La configuración ética del agente educador: Padres y profesores.

Preciso se hace aclarar que el término “ética” no se refiere aquí a un listado interminable de códigos de conducta, Sino a la libre afirmación del propio ser, es decir, a la búsqueda libre de la propia plenitud como persona… ¡Estos son los sáberes fundamentales, que muchas veces obviamos por el afán desmedido de transmitir información! De ello se quejaba el poeta T.S Elliot en su conocido verso:

“¿Dónde está la sabiduría,

que hemos perdido en conocimiento?

¿Dónde está el conocimiento,

que hemos perdido en información?”

La labor directiva deberá estar orientada hacia la consecución progresiva y lenta de conformar, de acuerdo a su propio ser y naturaleza, cada uno de estos elementos.

No son recursos los que nos faltan, ya que el ser humano es un generador de recursos, nos falta orientar decididamente los esfuerzos a la potenciación intelectual y humana de los miembros de la comunidad educativa., en establecer condiciones de posibilidad para que las personas lleguen a aprender lo que necesitan saber. En desarrollar comunidades de investigación y aprendizaje, rechazando el individualismo ciego de pretender que el avance en el conocimiento se realiza solo con una persona, somos seres sociales integrados en una comunidad que debe aunar fuerzas para avanzar; cada persona a su nivel, debe estar continuamente dialogando con los que con él trabajan para ir descubriendo como hacer las cosas con mayor calidad, de manera más eficaz y fecunda, sin someter la realidad a esquemas rígidos. Los directivos deben encauzar las múltiples iniciativas responsables hacia el bien común de la empresa educativa.

Pero conseguir esto no es fácil, se precisa un conocimiento sólido y real de la naturaleza humana, es necesario “aprender a ser”… aprender a ser seres humanos para enseñar a otros a serlo, para generar toda una organización escolar que realmente eduque.

Como decíamos, el director juega un papel primordial que consiste en orientar todas sus acciones hacia la configuración ética de la comunidad educativa, comenzando por entender:

1. La configuración ética del alumno como fin de la educación. Que podríamos resumirlo diciendo que consiste en la estructuración de inteligencias al tiempo que se fomenta la unidad de la persona. Es decir, el desarrollo armónico y coherente de los ejes: ser-conocer-vivir. La disposición estable hacia la libre afirmación del propio ser. Un estado de virtud que facilite al educando alcanzar su perfección de persona en cuanto persona.

Esa estructura intelectual que facilite la capacidad de contemplar, de observar y de profundizar en el conocimiento de la realidad requiere del cultivo de una serie de virtudes intelectuales que solo son posibles desde un orden, de una estructura, y no una estructura al antojo de la persona sino la que compete al mismo hombre desde su propia naturaleza. ¿Cómo conoce la persona? ¿Para qué conoce? ¿Qué es conocer? Son algunas preguntas que exigen una estructura intelectual. No vamos a llenar cabezas sino a estructurar inteligencias.

Junto a esto el fomentar a que el alumno viva de acuerdo con lo que conoce, de acuerdo con la verdad, de acuerdo con la realidad; y que luche por mantener esta “unidad existencial” entre el ser y el vivir, entre el conocer y el querer; lucha que debe realizar cada persona desde su individualidad, razón por la que no se puede forzar, se debe fomentar.

La lucha por conseguir esta armonía perfecciona al ser humano y lo dota de una paz y tranquilidad interna que nace del mismo hecho de estar llevando a cabo la razón de la propia existencia, de responder a su propia realidad. Estado de armonía y paz que busca toda persona en su actuar. Atrévete a ser lo que eres.

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Después de comprender en que consiste la configuración ética del alumno, intentaré explicar cuál es la configuración ética de la “estructura de relación”:

Para entender lo que se pretende en este punto se plantea la siguiente pregunta ¿El sistema o proceso, la manera, la forma –como quiera llamarse- en que está constituida actualmente la educación realmente puede -desde su misma existencia y esencia- estructurar cabezas y fomentar la unidad de la persona? O acaso genera y produce todo lo contrario. Pregunto: ¿la estructura educativa actual ayuda al alumno a encontrar los conocimientos esenciales? ¿La estructura disgrega a la persona o fomenta su unidad? ¿Ayuda a que el hombre busque su perfección en cuanto hombre o acaso lo dirige hacia aquello que precisamente lo corrompe: el dinero, el bienestar, la fama, el poder? ¿El sistema familiar, sus relaciones conducen y promocionan la perfección del hombre, o por el contrario lo corrompen? ¿Realmente el niño puede encontrar en su escuela la capacitación para distinguir lo esencial de lo accidental?, obviamente este apartado nos llevará al último, y es a darnos cuenta que si el educador fuera un hombre “en vía de perfección” con todas las potencialidades operativas “encendidas” (potencias que hay que actualizar cada día) podría, el mismo, reconstituir y reestructurar todo lo que fuera necesario para favorecer al educando en orden a la perfección humana del mismo. Sin embargo la sociedad nos niega que esto sea así, por lo que los directivos tenemos que favorecer que este proceso se acelere, ayudando a cambiar a las personas, en primer lugar, y poco a poco, cambiar las estructuras y bases que reordenen las cabezas de las personas involucradas en estas estructuras.

El “complejo educativo” debe de formar, también, por si mismo, me permitiré poner un ejemplo que pueden ilustrar lo que pretendo decir: Qué pasa cuando el énfasis escolar se encuentra en la matemática: el mejor profesorado, la mayor exigencia, y la máxima preocupación cuando se fracasa… el alumno recibirá, inconscientemente el siguiente mensaje: la matemática es la asignatura más importante, con lo cuál su estructura intelectual ha quedado deformada con respecto a la realidad de su propia naturaleza.

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Y después de analizar la configuración ética del alumno y de la estructura de relación, nos centramos brevemente en la configuración ética del educador, que parece ser la último y menos importante de todo el proceso, sin embargo es lo primero, pero para entender la realidad propia del educador era necesario recorrer el proceso inverso. Ya que es imposible determinar la formación específica de los educadores sin entender en que consiste esa labor y cuál es la configuración profesional necesaria para llevarla a cabo.

Se educa por lo que se es, más que por lo que se sabe. Se enseña también lo que se es más que lo que se dice. El poder del educador o del profesor depende menos de sus palabras que de la presencia silenciosa y total –que los alumnos disciernen más fácilmente de lo que se cree- del hombre detrás del maestro, y del posible amigo detrás del hombre”. Afirma Rassam.

En estas palabras encontramos la necesidad absoluta que se tiene de que los educadores respondan a lo que son como hombres para que realmente exista la “educación”. Emerge de aquí la necesidad absoluta de formación en los educadores… se necesita que los educadores (padres y profesores) sean hombres y mujeres coherentes con lo que son, para poder llevar a cabo su tarea.

Aprender a ser, no se refiere a una especie de meta que se alcanza después de muchos años, sino a la “perfección presente” es decir a responder, libremente, cada día, en cada instante a lo que yo soy realmente, y esta respuesta comienza y se actualiza precisamente al momento de tomarlo como una tarea, al hacerse una doble pregunta necesariamente unida: ¿Quién soy yo? ¿Qué debo hacer?, ser y vivir. Al hacerse un educador esta doble pregunta ya está capacitado para comenzar a educar, ahora bien es preciso sostener este dinamismo durante el tiempo. Para lo cual la ayuda externa que se pueda ofrecer desde el colegio es clave, y aquí el director juega un papel importante.

Y querría terminar este punto con unas palabras del último sabio: George Steiner “enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano. Es buscar acceso a la carne viva, a lo más íntimo de la integridad de un niño o un adulto. Un maestro invade, irrumpe, puede arrasar con el fin de limpiar y reconstruir” pero esto solo es posible si el maestro es una gran persona, si conoce su propia realidad y responde a ella.

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Quisiera terminar mi exposición citando un breve párrafo del informe presentado a la UNESCO por la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI. Presidida por Jacques Delors, titulado “La educación encierra un tesoro”. Y dice así:

“Mientras los sistemas educativos formales proponen dar prioridad a la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. En esta concepción deben buscar inspiración y orientación las reformas educativas, tanto en la elaboración de programas como en la definición de nuevas políticas pedagógicas.

El siglo XXI, que ofrece recursos sin precedentes tanto a la circulación y al almacenamiento de informaciones como a la comunicación, plantea a la educación una doble exigencia que, a primera vista, puede parecer casi contradictoria: la educación debe transmitir un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, porque son las bases de las competencias del futuro. Y simultáneamente (...) se ve obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él. Para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales, que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: Aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; Aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; Aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, Aprender a SER. (...) cada uno de esos cuatro “pilares del conocimiento” debe recibir una atención equivalente a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dura toda la vida en los planos cognitivo y práctico.

Conferencia dictada en FLACSO, Antigua Guatemala, 2006

Iván Cisneros

1 comentario:

guz dijo...

Excelente la conferencia sobre la configuración ética de la educación, creo que es un camino que debe explorarse más, poco a poco.